El actor terminó su representación. Después de unas cervezas se le habían olvidado las molestias que le provocaba el buscador y le había invitado a la obra de teatro en la que actuaba. Mientras se retiraba el maquillaje, abrió el buscador en la puerta de su camerino.
-¿Por qué no te dejas el maquillaje? -le preguntó concienzudamente. Rara vez el buscador hacía algo a la ligera.
-Ya te gustaría -respondió el actor, que ya empezaba a comprender la naturaleza de su nuevo amigo-. Tú lo que quieres es que la gente de la calle se ría de mí. Reconócelo.
-Lo que no comprendo es por qué no te ríes tú de ti mismo incansablemente.
-No creas, lo hago a menudo.
-¿Qué hay de verdad en la risa? -inquirió de repente el buscador.
-¿Cómo? -el actor no podía creer lo que acaba de oír.
-El que ríe, ¿se esconde o es que ha captado la pura verdad?
-Macho, que te vea un médico.
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