Sobre mí

viernes, 20 de abril de 2012

Ya seré bueno luego

Lo siento por Descartes (1596-1650), pero no puedo dejarlo, es como un mal vicio. No contento con perder el mundo y recurrir a Dios para asegurarse de que sigue existiendo, ¡también ha perdido la moral! La moral se deriva de la concepción del mundo, pero el problema es el de siempre con Descartes: si dudo, lo considero falso. Si concibe un mundo incierto, sembrado de dudas y, por tanto, falso, ¿qué forma de comportarse se deriva de ello? Pues ya te lo digo yo, amigo Descartes: ninguna. Ahora bien, como el señor Cartesius (pues tal le llamaban en latín) no se atrevía a decir algo así en su época, porque en el fondo no era tan iconoclasta ni tan nihilista, nos explica que quiere desarrollar una ética a partir de aquella primera certeza. Pretende, entonces, una ética basada en evidencias tan claras y distintas como el "pienso, luego existo". A ver, no nos engañemos: con estas palabras se te ponen los pelos de punta: "Y si lo consigue...". Pero, ¡qué va! Promete e incumple como un mal político. Por eso, acaba diciendo que adoptemos una moral provisional. Es decir, que nos comportemos como lo hace la gente que nos rodea, sin destacar demasiado ni por exceso ni por defecto. O sea, que seamos buenines, que ni robemos ni matemos, que cumplamos las promesas y que nos amoldemos a las costumbres de la sociedad. Es que con este francesito hay que acabar siempre igual: ¡Olé, machote! ¿Para eso tanto lío?

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